Dancing with Bears, Michael Swanwick

Los buenos de Darger y Surplus (que nunca tengo claro cómo pronunciar al leer: ¿Sarplus? ¿Sarplas?, y al final lo pronuncio literal, Surplús) parten de Bizancio y atraviesan el desierto. Por el camino, la comitiva del embajador de Bizancio, con destino Moscú, es atacada, hostigada, agasajada, desmoralizada y, en definitiva, sobreviven: a) Surplus, b) Darger, c) los Neandertales que protegen las Siete Perlas, con nombres tan divertidos como Gargantua, Hercules o Enkidu, d) las Siete Perlas, más a continuación, y e) el Embajador. El Embajador no tarda en morir atacado por un ciberlobo, nada menos, y como última voluntad proclama que se ejecute a las Siete Perlas, y firma el edicto. Siendo el edicto un manuscrito redactado a mano que, al pulsar una parte de su cuerpo, reconoce el ADN del embajador y pone a brillar y a volverse del color de los edictos oficiales de Bizancio. Pero Surplus, en connivencia con la dirigente de las Siete Perlas, había cambiado el edicto y se convierte en el nuevo Embajador. De Bizancio. Hacia Moscú.

Las Siete Perlas siendo, a todo esto, no siete joyas de enorme valor, sino siete hembras hermosas, hasta lo indecible, concebidas, y modificadas genéticamente, para ser un regalo erótico-festivo hacia el Duque de Moscú. Refinadas, inteligentes, buenas luchadoras, mejores espías, dotadas de forma extraordinaria para el placer, vírgenes, por supuesto, y modificadas genéticamente para que, en contacto con cualquier otro hombre que no sea el Duque de Moscú… su piel arda. Casi literalmente. Y que, debido al entrenamiento que han recibido, están ansiosas, ansiosas perdidas, por quitarse de encima esa virginidad.

Y sí, habrá gente que lo encontrará machista (en goodreads lo hacen, pero vaya, qué esperar de mojigatos americanos que se asustan porque en el libro hay mucho sexo), pero a mí me parece una vuelta de tuerca irónica al concepto. Porque Zoësophia, la líder de las Siete Perlas, es además una jugadora extraordinaria durante todo el libro, manipuladora, perceptiva, decidida y con unos objetivos muy claros. Y el resto de las perlas, ya que no pueden yacer con otros hombres, se dedican a manipularlos para que se peleen por ellas, se batan en duelos o se suiciden. Por diversión.

Esa es una de las maravillas de este libro: la mezcla, abigarrada y sugerente, de temas, tropos, conceptos y mundos. Porque es cyberpunk pero es steampunk pero es fantasía clásica pero es una sátira y es, en definitiva, un libro donde Swanwick se lo ha pasado Bien. Muy Bien. Y entiendo que no todo el mundo comparta su humor, pero yo lo hago y, joder, qué gozada. Vale que hay puntos oscuros, con personajes manipuladores, malvados y torturadores por doquier. El sexo acaba siendo una salvajada y es bastante explícito… pero es que precisamente una secta conservadora religiosa decide utilizar una droga que eleva la libido a niveles estratosféricos para, mientras las élites están entregadas a festivales de orgías, organizar una revuelta popular. Revuelta popular organizada, además, por el principal asesor del Duque de Moscú (siendo el Duque, que no lo había comentado, un coloso con una mente informática capaz de procesar todos los datos de lo que sucede en el vasto territorio de Rusia, pero un coloso dormido que no puede despertar, so pena de perder la vida, lo que va a acarrear ciertos problemas para la pérdida de la virginidad de las Siete Perlas). Y revuelta organizada, también, por los underlords, que son cuerpos robóticos en los que se han descargado IAs de la antigüedad, de la época utópica (recuerden el título genérico de las aventuras de Darger y Surplus: en un mundo postutópico), que se acabaron rebelando contra la humanidad y trataron de destruirla, generando en esa guerra el mundo actual. Pues los underlords, que son cinco, y que eran también los ciberlobos (en un cuerpo anterior, porque, total, son armazones robóticos que van cambiando de cuerpo a voluntad, y el acto en sí, gráficamente descrito, es bastante asquerosillo) han decidido que, mientras los nobles estén enfrascados en orgía tras orgía, la forma de levantar al pueblo será… utilizar el cuerpo del Zar Lenin.

El Zar.

Lenin.

Claro, en ese punto, o te cabreas y cierras el libro o sacas las palomitas y te enjuagas las lágrimas de felicidad, como hice yo. El Zar Lenin, que es en realidad la funda que utiliza uno de los underlords, empieza la revolución con la que concluye el libro y sus seguidores desempolvan todas las banderas de la época que encuentran en la tumba donde estaba el cuerpo del Zar, por lo que se despliega una revolución con pancartas de «El pueblo unido jamás será vencido», «Libertad para los obreros» y «Abajo con las cadenas» y, puesto que no están muy duchos en historia, también banderas de «Zapatos Pepe» (en su versión rusa), «Las mejores camisas las vende Ivanovich» y «Ofertas de verano en casa Miguel» (de nuevo, en su versión rusa).

Ante tanta desfachatez, el Duque, dormido, decide que ya basta y se levanta, saca su colosal cuerpo del palacio, acaba con unos cuantos de los underlords a manotazos y, tras una breve (pero muy reveladora, porque nunca había estado despierto y es feliz por ello) vida, pues se muere. La revolución, a su manera, fracasa, pero Moscú arde y con él arde la biblioteca de tesoros que Darger había encontrado (y en la que había, entre otras, la Comedia de Aristóteles y similares) y consigue llevarse sólo un volumen, un polvoriento tratado del capital escrito por un filósofo alemán (o sea: El capital, momento en el que me fui a hacer más palomitas). Las Seis Perlas pierden la virginidad con el que creen que es el Duque de Moscú (en realidad es Arkady, la herramienta masculina usada por la secta religiosa que ha propagado la droga orgiástica por las élites moscovitas) y, al descubrir que no era el Duque, quedan desvirgadas y desligadas de su compulsión genética, libres para acostarse con quien quieran (y deciden hacerlo con los neandertales que las protegían, a los que se reparten tres para cada una). La Séptima Perla, Zoësophia, se empareja con el nuevo dirigente de Moscú y empieza a manipularlo astutamente para acabar siendo ella la dirigente de la ciudad. Y Darger y Surplus huyen, fracasado su plan de saquear la ciudad, mientras la ven arder en la distancia.

Ah. Y Baba Yaga está por ahí, aporreando justicia.

Si es que si no les gusta este libro no tienen ustedes alma.

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